trazos de caracola roja
(…) los lugares son en gran medida como tablillas de cera o papiros, las imágenes como las letras, el arreglo y disposición de las imágenes como la escritura y el habla como la lectura...
Cicerón
He querido fijar un espejismo
Gustav Flaubert
I .
marco los cardinales con el filo de una caracola
sobre la tierra húmeda
trazo las rectas de lo que puede verse desde el mar
las ondulaciones los ribazos los arcos
y un poco más allá o más acá
la gran curva elíptica del puerto
aquí las diagonales de la costa el perfume la espuma
dibujo el lento movimiento de las tropas cercándonos
trazo planos de dido con los ojos de la tierra y del aire
esos puntos son olivos a lo largo del muro
éstos nuestras cabezas al asedio del fruto
-las rayitas son útica barrosa lejana-
este tajo como fruta pasada es el héroe en declive
su silueta la silueta de amílcar
el padre de la patria el insigne tu padre
no es que le tema no tiene casi hombres
ni resto aturdido por un viejo cansancio
(esta cruz marca mi posición secreta)
no es miedo es más y es menos la certeza
es que estoy derrotado a los ojos del cielo
II.
ayer entré a tu templo sin ser visto
no sos inexpugnable
por esta curva se controla megara
y éste es el rumor del acueducto
tus pliegues mugrientos tus rincones horribles
el arrabal estrecho
dédalo de travesías trampas pasadizos
tus calles
curiosa eternidad labrada por dioses que me odian
esto que clavo acá arriba es plenilunio
tal cual se dio aquel día
ahora es una muesca una estaca una mueca
creí que volvería a verte en la terraza
hablando con tu madre tenebrosa
esperé esperé y esperé hasta la aurora
acá tus pabellones y la fila de esbirros
la pared de la torre donde rezás altísima
el aro de sangre que te guarda
III.
las águilas vencieron al fin
no hubiera venido sino por tu derrota
me trajo tu fracaso cartago raya garabato
ciudad nueva anterior a la luz y a las aguas
profuso revoltijo de piedras enjergadas
y torres investidas de betún
éste soy yo (otro tajo)
mi mano aprieta un trozo de caracola roja
no soy un águila
ojalá fuese para vos tan odiado
soy del golfo de syrtes y estoy muerto
IV.
ahora veo las cartas recién caigo
traigo un pueblo de piedras rabiosas
a tu cáliz de sangre
nietos de deucalión hijos del fresno
y del aliso del fruto de los frutos recogido
de nueve clases de árboles
quien menos haya errado cruzó tres mares
hombres de veinte lenguas
algunas como el graznido de los cuervos
–dido es nuestra
relinchan a la faz de la muerte
te insultan y maldicen con estrofas fenicias
oídas a las putas
–tanit será expulsada la noche del eclipse
y baal decapitado por el rayo de roble
V.
sin embargo no entiendo
en este punto nace el camino del norte
y hasta aquí
podríamos extender una vigorosa retaguardia
¿dónde están todos?
apenas veo comenzar la luz espesa
de tu tierra y ya cae sin transcurso sin aire
desde el mar a los muros
no puedo no alcanzo a dibujarte
respiro arena moscas brisas subterráneas
como si ya me hubiera ido
si este cielo es tu piel consagrada a tanit
mi vida es una sola singladura que mide un rostro
el tuyo idéntico a la noche
quedé sordo al oírte
ahora es tu nombre lo que escucho
si sumerjo mi rostro para ahogar el murmullo
el mar también lo dice
o lo omite a tu antojo
a tu antojo se encrespa y repite mil veces
y es la misma
sos el mismo jadeo de las cosas y el pulso
de mi mano
tu alma me posee
de día pare un hijo que de noche devora
VI.
este es el templo con su belvedere
punzadas sucesivas alineadas
según se disponen las columnas
alrededor del terraplén de piedra negra
la caracola inventa esta cartografía
yo le presto mi mano y ella dice
traza la ceremonia
aquí los trípodes y las anillas
donde se apoyan los tambores
siempre la misma noche con su luna
el día de los fastos a melkhart
la tarde en que oficiabas hacia el cielo vacío
tu danza extraña y coja
ahora veo las bestias ahora caigo
llovía una fragancia cierto fulgor
todo daba a tu cuerpo
entonces el héroe invisible entró
tomó tu forma
lo supe por tus ojos ya no eras
sino su armadura de carne ciega su pelele
la boca tiznada de adormideras negras
sobreviene la luna
las calvas inclinadas de acólitos eunucos
la multiplican
cantando sobre la luz fragante de las teas
la danza gira lenta sucede
sucede la voz de nadie desde el centro del aire
huele a mirra a exudación a cardamomo
al laurel sancochado en las pilas
tu cuerpo es peor que la noche y los mares
es el abismo donde el orco germina
elisa
cuerpo amado sin bordes
boca negra del cielo
beata hetaira consagrada
entrando en vos un héroe profetiza
y otra vez es ungido
VII.
no soy un águila
soy un libio que muere
un tajo que apuñala la misma noche siempre
ésta es la colina de astarté
aquí comienzan los viñedos
en esta encrucijada hago profundos pozos
cavo bajo la arena
escondo hecatombes fetiches oblaciones
entierro los auspicios nefastos de un cordero
quemo un niño de samos para tu baal el rojo
ahora caigo
estuve en la fiesta furiosa celebrando
la traición de cartago con la carne perlada
de los elefantes de amilcar
comí con avidéz la filigrana los ojos de un pez
ambarino los ojos de tus peces sagrados
y al verte aparecer
me convertí en tu estanque
(no puedo dibujarlo)
VIII.
éste es el tramo que separa tu casa
de los parques
el camino de sicómoros
que dan a la puerta de teveste
acaso la visión de esa danza era funesta
como avistar los ojos sin párpados de escila
sólo veo reflejos inasibles bajo la luz marchita
ponzoña en cada estanque y los dioses
los dioses granados del agua devorando mi espada
muertos a los que dicen estar vivos
muertos blancos presagio
roídos por gusanos de sal entre tus ruinas
de una punta a la otra de tu vientre ni huesos
apenas el tufo de tu estirpe
sazonándose en ánforas de greda
IX.
oigo cuerdas precisas
por entre todas estas líneas un sonido muy leve
un golpe parte un cráneo
el otro es un incesto que construye ciudades
éstos trazos te aman
la luna cuece ejércitos de sombra a tu amparo
y con ellos los mapas que soñaron los muros
los planos de tus calles
todas las fases de tu casa
los peces tu rostro el manto los jardines
hasta mi propia muerte
escucho sombras y ladridos
oigo tu voz pidiendo mi cabeza
(De Sitio, 1997)
Ilustraciones: Sergio Gobi, de Trece vistas de Cartago, 1997